jueves, 11 de julio de 2013

Poetas Poblanos: Pbro. Lic. Tirso Rafael Córdoba, en "La Espiga de Oro"

     He aquí la efigie del literato insígne, del inspirado poeta, sabio jurisconsulto, maestro en "gay saber", periodista eminente, y dignísimo Ministro del Señor, que, aunque nacido bajo el hermoso cielo de Michoacán, en la pintoresca villa de Zinapécuaro, trasladó de allí sus penates para establecerlos definitivamente en esta ciudad de los ángeles a la que llamaba cariñosamente su segunda patria. Y no sin razón: pues aquí desempeñó cargos de importancia tanto en el gobierno eclesiástico como en el civil, y fue donde produjo las más de las notables composiciones poéticas con que enriqueció nuestro Parnaso, y donde, por mucho tiempo, ejercitó el apostolado de la enseñanza literaria, mereciendo con toda justicia el nombre se "Maestro."
     Por sus indiscutibles méritos, como pensador, y por la belleza de sus sentimientos, captóse aquí la bienquerencia y aún la predilección del gran prelado don Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, así como en Morelia le distinguió con su particular amistad y sincero aprecio aquel otro gran arzobispo, "el Balmes mejicano"," don Clemente de Jesús Munguía.
     Habiendo sido trasladado de ésta sede a la de Méjico, el Ilmo. señor Labastida; siguiolé a poco, el señor Córdoba, como fiel hijo; y allí, a la sombra de su Padre, bienhechor y Mecenas, se consagró con entusiasmo a la defensa de los intereses de nuestra santa religión, peleando briosamente contra el enemigo, del que, en más de una ocasión, obtuvo completa victoria.
     Pasó después a Morelia a visitar las cenizas de sus mayores, y a recorrer de nuevo los campos, testigos de los inocentes juegos de su infancia. El gladiador estaba cansado; más una vez que se hubo repuesto de sus fatigas, aceptó el nombramiento que el Ilmo. señor Arciga le otorgó de Párroco de Salvatierra. En esta ciudad tuve el gusto de conocerle, y de tratarle, y de recibir sus doctas enseñanzas literarias; allí pude, de cerca, admirar al hombre que valía tanto como pensador y el poeta.
     Tras algunos años de fructífera labor apostólica en Salvatierra, tornó de nuevo a esta su querida ciudad, en donde, a poco, triste, desengañado, y victima de aguda enfermedad, murió, siendo Capellán de la Iglesia de San Jerónimo. En el altar mayor de San Ildefonso, al pie de aquella dolorosísima Virgen a quien llamó dulcemente:
"Blanquísimo lirio
Nacido entre zarzas;
Madre la más pura,
Paloma sin mancha;"
están sepultados sus restos, sin que nada indique el lugar en que yacen.La Virgen Dolorosa, con su manto de duelo, sombrea aquella tumba, y está velando el sueño de su cantor querido.
     De su obra literaria sólo diré que fue el cantor de tres grandes amores: La Patria, la Fe, y el Amor.
     En cuanto al mérito de sus producciones, la posteridad ha confirmado el fallo que de ellas hicieron los contemporáneos, reconociéndoleas nobles hijas de pujante cerebro, flores delicadas de corazón harto sensible.
Libro del autor homenajeado, que fue miembro del Gabinete del emperador Maximiliano, como Ministro de Educación

Federico Escobedo Tinco, autor de este artículo
    Y no solamente en nuestra patria merecieron calurosos aplausos y justísima estimación; también en la América del Sur, y en la Madre Patria fueron acogidas con entusiasmo, publicando acerca de ellas escritos laudatorios de subidos quilates, importantes revistas periódicas.
     Y como recompensa merecida por sus trabajos literarios, la Real Academia Española de la Lengua le honró, contándolo en el número de sus miembros.
     La Gloria hale ya ungido con su aplauso; y los que de haber sido sus discípulos nos enorgullecemos, paladeamos aún la miel de su dulce recuerdo, y su memoria jamás se apartará de nuestros corazones.

Federico Escobedo, Pbro.
    Puebla, Nov. 24 de 1909
"La Espiga de Oro," revista poblana 

No hay comentarios: