domingo, 25 de octubre de 2009

Camino de la Insurgencia por Fulgencio Vargas Ortiz






SALVATIERRA






Separado del de Camémbaro por la bellísima montaña del Culiacán, está el valle de Huatzindeo, y dentro de él enclavada estuvo la aldea del mismo nombre, que en lengua de los purépechas equivale a "Lugar de montones de piedras", según unos, o "Amenidad del río", según otros.
Evangelizadores de la talla del insigne franciscano fray Juan de San Miguel, estuvieron al arrimo de estas regiones y fundaron hopitalillos que fueron albergues de amor para los pobres indios, y uno de esos hospitalillos fincados estuvo en la primitiva aldea de Huatzindeo, como lo atestiguan las viajas crónicas, entre ellas la de Alonso de la Rea.
El casique de Jilotepec, Nicolás de San Luis Montanés, visitó también el lugar, una vez efectuada la conquista de Acámbaro. Pero la fundación propiamente dicha de la ciudad a que se contrae este capítulo, debe buscarse en un ocurso que elevó don Gabriel López de Peralta al Virrey Conde de Salvatierra, manifestándole que siendo propietario de ricas tierra en Huatzindeo, y punto conocido por San Andrés Chochones, deseaba cederlo para que en él "se funde una ciudad que se llame San Andrés de Salvatierra, pues se ha de fundar en el tiempo del dichosos gobierno de Vuestra Excelencia".
"Coinciden con esta solicitud -dice mi buen amigo el abogado e historiógrafo salvaterrense don Melchor Vera- las gestiones de los que habían de ser los fundadores de la ciudad, don Agustín de Carranza Salcedo, canciller y registrador de la Real Audiencia, por su propio nombre y en representación de la Congregación de San Andrés Chochones y Valle de Huatzindeo; y en virtud de los poderes que le dieron los dichos fundadores, comparece ante le virrey manifestando que en vista del ofrecimiento de tierras hacho por don Gabriel López de Peralta, para que se haga la fundación de la Ciudad de San Andrés de Salvatierra, solicita tal fundación en los términos y condiciones que en seguida se copian".
La cédula correspondiente, firmada por el mismo Virrey Conde de Salvatierra tiene fecha 9 de febrero de 1644, aunque multitud de reclamaciones y pleitos de índole varia hubieron de retardar el deslinde y la fábrica de habitaciones y de templos.
A esta ciudad llegaron las masas insurgentes el mismo día 11 de octubre al anochecer; distribuyéndose en las rancherías de los alrededores, y los principales jefes penetraron en la población y hallaron allí alojamiento en hogares de simpatizantes de la Independencia.
A este respecto debo decir que, aun cuando no faltan personas de aquella vecindad, conocedoras de sus antecedentes, que digan carecer de noticias relacionadas con la llegada del cura Hidalgo, no faltan otras, y de ellas ha oído decir que es un hecho la permanencia, aunque corta, de los caudillos de la insurrección.
"Después de los tremendos acontecimientos de Granaditas, -dice el propio escritor don Melchor Vera-, Hidalgo se encaminó a Celaya, y por el Valle de Santiago a Acámbaro. Algunos vecinos viejos referían que Hidalgo pasó por Salvatierra en los primeros días de octubre de 1810 y que se le hizo una recepción adecuada a las posibilidades de la población y a la pompa con que el iniciador de la guerra gustaba de ser recibido. Se dice que fue alojado, durante su breve permanencia, en una casa que en la calle Real, hoy de Hidalgo, poseía la familia del señor cura don Manuel Bermúdez Pagola. No he encontrado ni documentos ni fundamento en los historiadores para aceptar como cierta esta versión. Parece que, en efecto, el Ejército Insurgente, en su casi totalidad, siguió por otros caminos rumbo al sur; pero que algunos grupos, especialmente de los jefes superiores, si pasaron por Salvatierra".
Esto compadece, más o menos, con lo que yo he manifestado anteriormente: que el padre Hidalgo sí estuvo en Salvatierra.
A continuación anotamos el poema que le dedicó el poeta salvaterrense Federico Escobedo, al autor de este artículo, don Fulgencio Vargas Ortiz

Al egregio escritor Fulgencio Vargas

Fulgencio: el nombre que llevas
te procura gran honor;
pues con tu genial fulgor,
por cima muchos te elevas.

Con tus obras lo compruebas,
si la crítica no miente:
pues, cual lámpara luciente,
que esplendor esparce grato,
¡tú serás de Guanajuato
siempre luz indeficiente!

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