sábado, 9 de agosto de 2008

Poema a los juegos americanos: fiesta taurina


No hay, empero, función más deseada
por la animosa juventud florida,
como verse empeñada
de bravos toros, en la lid temida.
Preséntase anchurosa
plaza, de extenso redondel ceñida,
que a la turba, que acude numerosa,
da en múltiples asientos acogida,
y aparece hermosa
por los varios colores que la tiñen,
y los varios tapices que la ciñen
y, a ella entra, de grado,
sólo el que es verdadero aficionado,
ya por que sepa con saltar ligero
de vigoroza planta, las brutales
embestidas burlar del toro fiero,
o sujetar, con rígidos raudales,
de Ethón a los fogosos animales.

Conforme a las pasadas
costumbres, ya las cosas preparadas. ,
salta pronto al anillo
del redondel, indómito novillo
de estatura prócera,
y cerviz retadora y altanera,
dejando traslucir siniestro brillo
de rabia por los ojos,
furor alimentando truculento
dentro del corazón, y ya sediento
de acabar de una vez, con sus enojos,
hundiéndolos en piélago sangriento,
para borrarlo con matices rojos.


El novillo, corriendo presuroso
del palenque en redor, fiero amenaza,
y hace temblar al pueblo numeroso
que las gradas ocupa de la plaza,
hasta que, valeroso,
y tranquilo y sereno el púgil llega,
y, con la fina capa que despliega
enfrente del cornúpeto alevoso,
de éste y, sus fieros ímpetus doblega ,
y harta fuerza le quita,
si bien, con nuevos lances, más irrita
la acumulada rabia que lo ciega.


En tanto, cual venablo retorcido
por vigoroso nervio,
se dispara el torete enfurecido
contra el púgil, que rétalo soberbio,
seguro de poder con afilado
pitón dejarle el pecho atravesado,
y una vez ya teniéndole prendido
en las astas feroces,
con ímpetu lanzar el cuerpo herido
a través de los céfiros veloces!...

El lidiador, entonces, con la capa,
de los duros ataques se defiende,
muda el cuerpo de sitio y se agazapa,
con un salto, después, el aire hiende,
y así, fácil escapa
de la muerte que dársele pretende.
Empero, cada vez, más inflamado
en iras el torete,
con el vigor brutal del que fue dotado,
todo su cuerpo está, fiero acomete,
segunda vez, al luchador osado,
y rabia de tal suerte,
que arroja espumas y amenaza muerte.
Mas aquél, preparado
teniendo ya en la mano un rehilete
pequeño, cuando observa que el novillo
siguiendo va, con el testuz doblado,
los vuelos del airoso capotillo,
con rapidez, clavado
le deja el duro hierro en el morrillo.


Por el venablo agudo traspasado
el novillo cuitado,
se eleva hasta la bóveda serena
del cielo, y, con mujido prolongado,
la plaza toda, en derredor, atruena.
Mas, cuando trata el rábido novillo
de arrancarse el venablo del morrillo,
y, corriendo, procura
suavizar el dolor que le tortura,
el lidiador, entonces, el manguillo
sutil jugando, de fornida lanza
con brazo musculoso,
hacia el torete con valor avanza,
y le opone fogoso
corcel de fuerza mucha,
que con largo relincho y fragoroso
provocándolo está para la lucha.

El cornúpedo, en tanto, resentido
del duro astil que lo deja herido,
para vengar su pena,
acosa sin cesar, el muy astuto,
con el fin de rendirlo, al noble bruto,
tolvaneras de arena
dejando por los aires esparcidas,
y, ocasiones buscando,
para atacar, con nuevas embestidas,
a los que en contra de él, están luchando.

Se tiene en pie el fogoso
corcel, con orejas arriscadas
atento, y cuidadoso
a no sufrir mortíferas cornadas,
mientras el hábil diestro considera
los intentos aviesos de la fiera.

Entonces, ésta, más veloz que el viento,
las plantas aligera, y acomete
con poderoso aliento,
al caballo y al chuzo y al jinete.

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